martes, 15 de febrero de 2011

Rapid Eye Movement

Antes de que esta maraña de asfixiante hilo negro cubriera mis ojos, existió una oscuridad tan serena que bastaba con que sobrevolara un centímetro de mi piel para dejarme sin aliento. Hablo de aquella que jamás existió , pero que para mí fue tan real como real puede ser el más glorioso de los sueños.

La atmósfera de este delirio era el superlativo de lo etéreo. No parecía existir aire alguno, sin embargo sentí oxigenarse cada célula de mi cuerpo.
Qué decir cuando, de pronto, la estancia no estaba vacía, sino impregnada de una presencia que convirtió la por aquel entonces sutil luz en la deliciosa penumbra antes mencionada. El tópico de que la realidad puede desvanecerse en determinados momentos se demostró con hechos, y ya sólo quedaba la magnífica presencia, la solemne oscuridad, el imperceptible aire, y yo.
De pronto; una respiración. Inspiración profunda, seguida de una expiración que trajo consigo, como por arte de magia, una melodía que sentí conocer desde siempre. Ahora la estancia si que estaba llena, pero nada parecía pesar sobre nosotros. Los movimientos de ambos eran fluidos, pero acompasados, como si todo estuviera previamente ensayado, pero con la naturalidad propia de quien improvisa. Flotábamos. La oscuridad se difuminó de manera tan precisa y sutil que, aún sin que dejara de arroparme, pude ver a través de ella. Allí estaba; simple y jodidamente perfecto.

No voy a negar que dediqué mi más sincera sonrisa de agradecimiento al gran Morfeo aquella mañana.

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